jueves, 11 de octubre de 2012

The Sound-Sweep

El más largo de los cuentos publicados por Ballard hasta el momento, "The Sound-sweep" podría pensarse como la obra maestra de esta etapa (al menos hasta "The voices of time"). Fue publicado originalmente en el número 39 (febrero 1960) de Science Fantasy, y después incluido en los compilados The voices of time and other stories (1962) y The four-dimensional nightmare (1963), entre otras. Fue traducido al español por Carlos Gardini, bajo el título "El barrendero de sonidos", incluido en Las voces del tiempo (edición argentina: 1978; edición española: 1992).
Se trata de un cuento especialmente rico. Para empezar, nos muestra un futuro relativamente cercano (cabe suponer) en el que se ha descubierto que los sonidos dejan un rastro en el espacio (leemos, por ejemplo -en la traducción de Gardini- "los residuos sónicos que se habían acumulado durante el día"); es curioso de qué manera pudo descubrirse eso: ¿como pudo no haber sido percibido en un pasado, en nuestro presente de hecho? Quizá se trata de una "fase" (como en "el mundo de cristal") que, repentinamente, ocasiona esa propiedad de permanencia de los sonidos. Dado que esos restos sónicos se acumulan y convierten cualquier espacio en una cacofonia, es necesario "aspirarlos", y de ahí la profesión del protagonista, un muchacho mudo que trabaja eliminando rastros de viejos sonidos, gritos, diálogos, etc.
A la vez, en este futuro también ha caído en desuso la música como la conocemos, reemplazada por las composiciones "ultrasónicas", que pueden comprimir en pocos minutos una sinfonía completa trasladada a las frecuencias inaudibles. Nadie puede "escucharlas", pero se las "siente": arman un ambiente, un clima, transmiten emociones.
El protagonista asiste -en tareas de elminación de rastros sónicos- a una vieja soprano decadente, que -con el auge de la música ultrasónica- evidentemente perdió su trabajo y su fama. Eventualmente el chico recuperará (y volverá a perder) la voz y se inmiscuirá en el plan de reactivar la carrera de la diva -con resultados espantosos.
Pero no es tan "sencillo" como parece. Los sonidos que el "barrendero" elimina -en gran medida restos del ruido dejado por el tráfico a lo largo del día- se confunden con los "fantasmas" que torturan la memoria de la diva: los viejos aplausos, los abucheos. ¿Se trata de sonidos reales? ¿O sólo ecos, recuerdos, alucinaciones auditivas de una cantante demente? Probablemente la mejor respuesta sea que se trata de ambas cosas: sonidos reales eliminados por el barrendero y recuerdos fantasmales; en cualquier caso, Ballard mantiene esa dosis de ambiguedad. No creo, sin embargo, que se pueda decir que "El barrendero de sonidos" es un cuento que trata de la contaminación auditiva, como ha sostenido cierta crítica. Sí es verdad que en este mundo el silencio -hasta el punto de preferir la transferencia directa de emociones y ambientes de la música ultrasónica- es especialmente valorado. Habría que pensar esa idea desde otros cuentos "sónicos" de Ballard, como "Venus Smiles" y "Track 12".
Porque estamos, por supuesto, en plena línea narrativa centrada en la música y el sonido, como en "Prima Belladona"; de hecho, podría pensarse que en "The sound sweep" Ballard de alguna manera vuelve a ese cuento y lo reescribe haciéndolo estallar en ambición, o lo revisita desde una perspectiva un poco diferente, aunque la diva sigue siendo un personaje con el que dificilmente se pueda empatizar y el protagonista masculino permanece de alguna manera "abusado" por ella. Pero, indudablemente, el entorno ha crecido, la imaginación de Ballard se ha desplegado. Los gestos de dar la espalda a la ciencia ficción clásica -en particular desde la idea de la necesidad de "aspirar sonidos"- están allí, cada vez más notorios, casi como en un manifiesto.

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